Puerto La Cruz, Venezuela.- A las 7 de la mañana llega José Ramón Silva Márquez, de 46 años, a las adyacencias de la plaza Bolívar de Puerto La Cruz. Maneja su silla de ruedas, la cual fusionó con un volante y un caucho de bicicleta.

De inmediato comienza su labor. Dos autos ya están estacionados, pero los choferes se marchan rápidamente sin percatarse de que el hombre vigila la zona. Por ello no percibe la esencial propina.

Una vendedora de empanadas le ofrece el desayuno. A esa hora no hay mucho movimiento.

Cerca de las 9:00 am cambia el panorama. Hasta 40 vehículos se estacionan en la zona que José Ramón señala como su área de trabajo. Él asegura que tiene seis años en esta labor, que está prohibida.

Fiscales y funcionarios policiales han entendido su situación física y le permiten trabajar. Diariamente reúne de 60 a 100 bolívares en efectivo y con eso mantiene el hogar en el que habita junto con su madre, Amanda Márquez, en el sector Colinas de valle Verde del municipio Sotillo.

Hace 24 años, recuerda José Ramón iba al mando de su moto Yamaha por la avenida principal de San Agustín del Sur en Caracas, cuando un auto se le atravesó, no pudo evadirlo, volcó en su moto y cayó al río Guaire, donde permaneció inconsciente por ocho horas en unos matorrales.

“Perdí mis piernas, y mi vida cambió desde entonces”.

Similares

El trabajo de Ramón lo hacen más de 60 personas en el casco central del municipio Sotillo, según el director de Polisotillo, comisario Jairo Deonice, quien asegura que a diario los funcionarios tratan de evitar la proliferación de los cuidadores de autos.

“Está prohibida la labor en vías públicas. Sin embargo, los choferes buscan sitios donde alguna persona esté vigilando, para evitar ser víctima del hampa”.

Yakelín Farías, así se identifica, también cuida vehículos en Sotillo. Dice que lo hace desde ocho años. Además, trabaja como doméstica en sus ratos libres. Así mantiene a sus siete hijos. “No hay tarifas, las personas colaboran con lo que puedan. Nosotros nos encargamos de cuidarles sus carros porque conseguir un trabajo está difícil”.

Cuenta que en el tiempo que tiene en esta labor en la jurisdicción ha evitado que oben cuatro vehículos.
José Ramón cuenta que los choferes confían más en su trabajo que en el que hacen los funcionarios de seguridad, por lo que considera que ejerce su faena de la mejor manera.

A las 4:00 pm, con su híbrido bicicleta-silla de ruedas, el exmotorizado se retira a su vivienda.

Un amigo taxista lo lleva a su destino por Bs. 20 a su destino. A esa hora, acota, es cuando puede comerse las empanadas que le regalan en la mañana.

El resto de la ganancia, unos 40 bolívares, los usa para cubrir algún gasto de la casa.



José Ramón Silva Márquez de 46 años de edad, es el segundo de los seis hijos que procrearon Amanda Márquez y José Silva.
Es nativo de Caracas y cuenta que se levanta a las 5:00 de la mañana todos los días para bañarse y tomar un taxi que lo lleve hasta la plaza Bolívar de Puerto La Cruz. Necesita una silla de ruedas y un trabajo que evite que su cuerpo siga deformándose por el esfuerzo que hace a diario dirigiendo vehículos en Sotillo.

Comentarios