Es una piedra del fundamento del éxito basado en Dios.
Lo normal es que nos guste tener amigos: el ser humano es social por naturaleza, crece y madura con el trato con otras personas. Y así como la familia nos proporciona fundamentalmente compañía, afecto cotidiano, apoyo incondicional, estabilidad emocional y una dimensión trascendental de la vida (un proyecto compartido, el progreso de nuestros hijos), los amigos aportan preferentemente aire fresco, diversidad, entretenimiento, la posibilidad de desarrollar aficiones y de comunicarnos en un ambiente de cordialidad y desenfado. Y, no pocas veces, la oportunidad de evadirnos de los problemas cotidianos. Pero no todos los amigos son igual de importantes; existen los que muestran interés por lo que nos ocurre, de los que siempre están dispuestos a aportarnos consejo, apoyo, cercanía y afecto; en otras palabras, los buenos amigos, los imprescindibles.
Una buena amistad tiene tres cualidades básicas: que sea buena, fiel y accesible.
Buena.- Un verdadero amigo te induce siempre a hacer algo bueno, que no dañe tu cuerpo, es con quien te diviertes sanamente, compartes lo que sabes y lo que tienes. Por lo tanto, un amigo verdadero nos invita únicamente a realizar buenos actos o hacer cosas de las que no nos arrepentiremos, donde no se lastime a los demás.
Fiel.- Porque al amigo se le puede confiar todo, con la certeza de que su consejo será el indicado, su apoyo es incondicional; no sólo está a tu lado cuando las cosas van bien, aún cuando hemos fallado tenemos su comprensión. Con él podemos llorar, reír, cantar, divertirnos, hablar o callar. En una palabra, podemos ser nosotros mismos; posiblemente no nos apruebe ni aplauda nuestra conducta, pero nos respeta y acepta, jamás le cuenta a nadie lo que le hemos confiado. En eso se basa la confianza de que se puede hablar libre y sinceramente de todo lo que nos pasa.
Accesible.- Para que haya una verdadera amistad, necesitamos tener una buena comunicación, sentirla cerca aunque se encuentre lejos. Saber que está disponible y que si les necesitamos, se le puede ir a buscar. Si las circunstancias nos separan, nos hacemos presentes a través de una carta, una llamada, etc., porque una amistad es como una plantita, que debemos cuidar, regarla y estar al pendiente para que pueda florecer. Si nos olvidamos de ella y no la regamos, cuando la volvamos a ver, estará débil para volver a florecer. Si a un amigo lo vemos muy de vez en cuando, será difícil tenerle confianza como para descubrirnos ante él como somos.
Lo normal es que nos guste tener amigos: el ser humano es social por naturaleza, crece y madura con el trato con otras personas. Y así como la familia nos proporciona fundamentalmente compañía, afecto cotidiano, apoyo incondicional, estabilidad emocional y una dimensión trascendental de la vida (un proyecto compartido, el progreso de nuestros hijos), los amigos aportan preferentemente aire fresco, diversidad, entretenimiento, la posibilidad de desarrollar aficiones y de comunicarnos en un ambiente de cordialidad y desenfado. Y, no pocas veces, la oportunidad de evadirnos de los problemas cotidianos. Pero no todos los amigos son igual de importantes; existen los que muestran interés por lo que nos ocurre, de los que siempre están dispuestos a aportarnos consejo, apoyo, cercanía y afecto; en otras palabras, los buenos amigos, los imprescindibles.
Una buena amistad tiene tres cualidades básicas: que sea buena, fiel y accesible.
Buena.- Un verdadero amigo te induce siempre a hacer algo bueno, que no dañe tu cuerpo, es con quien te diviertes sanamente, compartes lo que sabes y lo que tienes. Por lo tanto, un amigo verdadero nos invita únicamente a realizar buenos actos o hacer cosas de las que no nos arrepentiremos, donde no se lastime a los demás.
Fiel.- Porque al amigo se le puede confiar todo, con la certeza de que su consejo será el indicado, su apoyo es incondicional; no sólo está a tu lado cuando las cosas van bien, aún cuando hemos fallado tenemos su comprensión. Con él podemos llorar, reír, cantar, divertirnos, hablar o callar. En una palabra, podemos ser nosotros mismos; posiblemente no nos apruebe ni aplauda nuestra conducta, pero nos respeta y acepta, jamás le cuenta a nadie lo que le hemos confiado. En eso se basa la confianza de que se puede hablar libre y sinceramente de todo lo que nos pasa.
Accesible.- Para que haya una verdadera amistad, necesitamos tener una buena comunicación, sentirla cerca aunque se encuentre lejos. Saber que está disponible y que si les necesitamos, se le puede ir a buscar. Si las circunstancias nos separan, nos hacemos presentes a través de una carta, una llamada, etc., porque una amistad es como una plantita, que debemos cuidar, regarla y estar al pendiente para que pueda florecer. Si nos olvidamos de ella y no la regamos, cuando la volvamos a ver, estará débil para volver a florecer. Si a un amigo lo vemos muy de vez en cuando, será difícil tenerle confianza como para descubrirnos ante él como somos.
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