Las imágenes continúan llegando: niños con el rostro salpicado de sangre, los ojos borrosos, los cuerpos lánguidos.
Las últimas cifras provistas por las autoridades sanitarias palestinas dicen que de las 600 personas que murieron en el conflicto en la Franja de Gaza 203 son niños. En medio del caos, no hay estadísticas que informen cuántos hay entre los 2.900 heridos.
Al tiempo que los médicos trabajan sin cesar para salvar la mayor cantidad de niños posible, los psiquiatras tanto en Gaza como en el sur de Israel temen que algunos nunca lleguen a recuperarse del daño psicológico producido por las bombas y los cohetes.
Iyad Sarraj, director del Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza, dice que es mucha la gente que los llama, y eso que la sede central de la organización ha quedado casi destruida por los ataques israelíes.
"Aquí, la situación para los niños es terrible", dice. "He vivido muchas situaciones similares, pero de todas, ésta es la peor".
Iyad Sarraj, director del Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza, dice que es mucha la gente que los llama, y eso que la sede central de la organización ha quedado casi destruida por los ataques israelíes.
"Aquí, la situación para los niños es terrible", dice. "He vivido muchas situaciones similares, pero de todas, ésta es la peor".
Sarraj me habla de un niño al que trató hace unos cinco años. Tanteando en la oscuridad, después de que su casa explotara durante un ataque contra un militante de Hamas que vivía al lado, sintió algo húmedo.
"Se dio cuenta que era una parte del cuerpo de su hermana, que había estallado en pedazos. Quedó en shock. Después de ese episodio no pudo ni oler ni comer carne por tres años. Estoy seguro de que el impacto psicológico será de largo alcance".
"Este tipo cosas pueden estar pasando ahora mismo mientras estamos hablando", me dice.
Sarraj apenas deja la casa por temor a los enfrentamientos, y no ha podido visitar los hospitales desde donde llegan imágenes -transmitidas por televisión- de niños gravemente heridos o traumatizados.
"Este tipo cosas pueden estar pasando ahora mismo mientras estamos hablando", me dice.
Sarraj apenas deja la casa por temor a los enfrentamientos, y no ha podido visitar los hospitales desde donde llegan imágenes -transmitidas por televisión- de niños gravemente heridos o traumatizados.
"Estos niños necesitan más ayuda que nadie. Parecen asustados, horrorizados, confundidos. Necesitan mucha atención, pero no la pueden recibir porque sus familias están aterrorizadas", afirma Sarraj.
Los efectos de la guerra son obvios incluso entre su propia familia.
Su hijastra, Nour Kharma, una niña de 14 años, casi no habló durante los días que siguieron a la muerte de su amiga y compañera de básquet, Cristina, de 15 años, durante un ataque aéreo israelí.
"Estaba tan confundida y deprimida. Lloraba y lloraba", me cuenta. "Al final le pedí que escriba sobre ello".
"(Cuando me enteré) tiré el teléfono y comencé a llorar...", lee Nour en un inglés escueto. "Sus padres hicieron todo lo que pudieron. Pero no fue suficiente, por eso murió. ¿Y qué pasa si mis padres no pueden protegerme? ¿Yo también me voy a morir?".
La escucho llorar despacito al otro del teléfono. "Estoy muy triste. No puedo dejar de acordarme de ella. La extraño", me dice Nour.
La escucho llorar despacito al otro del teléfono. "Estoy muy triste. No puedo dejar de acordarme de ella. La extraño", me dice Nour.
Salwi Tibi de la organización Save the Children, quien vive en el norte de Ciudad de Gaza, cerca del sitio donde tuvieron lugar algunos de los más violentos enfrentamientos, también ha estado siguiendo de cerca el impacto de la guerra en los niños.
Me cuenta la historia de un niño de dos años y medio de Beit Lahiya, donde hubo intensos combates, a quien llevaron sin vida al hospital local.
"No estaba herido, estaba bien de salud. Los médicos me dijeron que murió por el shock que le provocaron los sonidos de los disparos", afirma.
Y piensa que su hija Malak, de 7 años, padece los síntomas típicos de los niños afectados por la guerra.
El primer día de los bombardeos comenzó a orinarse en la cama.
El primer día de los bombardeos comenzó a orinarse en la cama.
"A donde quiera que vaya me sigue, incluso cuando voy al baño. Apenas empieza a escuchar los bombardeos se pone los dedos en los oídos, cierra los ojos y comienza a gritar 'detenlos, detenlos'", dice Tibi.
"No puede dormir sola, quiere dormir cerca mío y me pone los brazos alrededor del cuello".
"Si tuviese una computadora le haría escuchar música y jugar con videojuegos para que pueda olvidar, pero no hay electricidad, reina el silencio, por eso lo único que oye es el sonido de las bombas".
"Si tuviese una computadora le haría escuchar música y jugar con videojuegos para que pueda olvidar, pero no hay electricidad, reina el silencio, por eso lo único que oye es el sonido de las bombas".
Son exactamente estos síntomas los que experimentan los niños en Sderot.
La ciudad israelí cercana a la Franja de Gaza ha recibido el impacto de algunos de los 10.000 cohetes palestinos que han sido lanzados hacia el sur de Israel en los últimos ocho años.
Cuatro personas han muerto y cien resultaron heridas en la región desde el inicio de la ofensiva israelí. No hay cifras de niños, aunque se sabe que una de las víctimas es un bebé que sufrió heridas en el rostro.
Cuatro personas han muerto y cien resultaron heridas en la región desde el inicio de la ofensiva israelí. No hay cifras de niños, aunque se sabe que una de las víctimas es un bebé que sufrió heridas en el rostro.
Dalia Yosef, psicoterapeuta y directora del Centro de Recuperación, dice que su trabajo ha aumentado mucho últimamente.
Ningún niño de menos de ocho años no sabe lo que es vivir sin tener que buscar refugio en 15 segundos cuando suena la sirena de advertencia.
"Han experimentado el mundo como un lugar poco seguro: su casa no es segura, su jardín no es seguro, su escuela no es segura... eso influye en todo el entorno de la vida del niño", afirma Yosef.
Yossi Haimov (10 años) se había ido a jugar después de clases con su hermana de ocho años cuando fue alcanzado por un cohete qassam en febrero de 2008.
"Le hirió la mano y ahora no puede usarla", me cuenta su padre, Tashkent. "El hueso quedó completamente destruido desde el hombro para abajo. Sólo le queda medio hombro".
"Él, definitivamente, aún está traumatizado", dice Tashkent.
Antes se interesaba por el fútbol, ahora no sale a la calle a jugar con sus amigos.
"Ahora tiene miedo todo el tiempo... tiene temor a que lo lastimen o que lo atropellen. A veces se enoja mucho y se pone nervioso y tiene ataques de pánico".
Investigaciones llevadas a cabo en Sderot señalan que un 30% de los niños allí muestran signos del síndrome de estrés postraumático. Sarraj dice que aproximadamente un tercio de los niños en Gaza sufren síntomas psicológicos que requieren intervención.
"Tu mente no pregunta de dónde viene el estrés. No importa si vives en Sderot, Gaza o Nueva York. Ésta es la reacción humana", dice Yosef.
"Ahora tiene miedo todo el tiempo... tiene temor a que lo lastimen o que lo atropellen. A veces se enoja mucho y se pone nervioso y tiene ataques de pánico".
Investigaciones llevadas a cabo en Sderot señalan que un 30% de los niños allí muestran signos del síndrome de estrés postraumático. Sarraj dice que aproximadamente un tercio de los niños en Gaza sufren síntomas psicológicos que requieren intervención.
"Tu mente no pregunta de dónde viene el estrés. No importa si vives en Sderot, Gaza o Nueva York. Ésta es la reacción humana", dice Yosef.
Heather Sharp BBC, Jerusalén
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